Biografía del cadáver de una mujer II: Adriana

La biografía de un cadáver podría percibirse como un concepto contradictorio, ya que contiene a la vez la idea de vida y la de muerte. Sin embargo, la historia de la vida de un cuerpo muerto tendría siempre una narración propia, única e intransferible, que relataría cómo llegó ese cuerpo a estar muerto sin que ya no importe, aparentemente, lo que vivió y cómo lo vivió.

“El cadáver de Marconi es el de una prostituta que llevaba cinco meses sin ser vista”

“Hallada prostituta asesinada en Marconi”

 

A la prensa, por lo visto, la única parte que le interesa de la biografía de ese cadáver encontrado en Marconi es el morbo de su condición de prostituta. El asesinato de una mujer en situación de prostitución casi siempre es violento, muy violento, y esa noticia amarillista, que al menos vende por un día, por supuesto no aparece en las portadas de los periódicos, ni tampoco en los grandes titulares de los informativos. Hablamos de una mujer de segunda y, por lo tanto, de un cadáver segundón.

No hace falta poner su nombre, aunque sea a modo de homenaje, para que no caiga como todas las de su especie, las prostitutas, en el olvido. Porque, aunque desde 2009 los asesinatos de mujeres prostituidas se consideran violencia de género, esto es tan solo papel mojado. En la realidad, no están en el mismo plano ni tienen los mismos derechos que las mujeres asesinadas en el ámbito de la pareja o en manos de sus exparejas.

La situación no es la misma, y no solo en la parte policial o judicial, donde recibe el tratamiento de cualquier otro homicidio: un protocolo determinado en el escenario y en la investigación, en el que no se contempla, por ejemplo, que por ser prostituta pudiera estar en una situación de trata o explotación sexual que ha acabado con su asesinato. Al contrario, se recogen las pruebas según el protocolo habitual y se podrá llegar a esa conclusión o no. Incluso, puede que se condene al asesino y no se le relacione jamás con temas de prostitución o trata.

Hasta 2018 ni siquiera se recogían los nombres de las mujeres prostituidas en ningún lugar. Y de sus hijas e hijos ni hablamos, porque al igual que sus madres son consideradas víctimas de segunda, parecen no importarle a nadie…

Fue precisamente la hija de Adriana quien denunció la desaparición de su madre, una mujer española de cincuenta y cuatro años que llevaba desaparecida cinco meses. Una hija que la amaba y sufría su ausencia.

Adriana era toxicómana y ejercía la prostitución, aunque no nació drogadicta ni puta, que esto es algo que debemos considerar siempre. Simplemente, era una más de las mujeres supervivientes de una generación con muchas menos oportunidades y tan machista, que hasta el nombre de la ONG que podría haberla ayudado con su adicción se llamaba Proyecto Hombre. Porque tanto los anuncios televisivos para sensibilizar contra el consumo de las drogas, así como las campañas de los distintos ministerios que luchaban contra la toxicomanía cuando Adriana tenía 20 años iban dirigidos a los hombres. Curiosamente eran estos quienes protagonizaban todas las campañas y no se tenía en consideración que el 20% de las personas drogodependientes en aquella época eran mujeres. Adriana estaba enganchada desde muy joven y estuvo sola luchando contra ese monstruo desde el principio.

Adriana era una mujer fuerte y valiente, tenía voluntad y así fue como ella sola, por un periodo largo de tiempo, logró dejar el veneno que cada día era más y más voraz con ella. Se enamoró y tuvo a su hija, pero la vida no la trató nada bien y acabó por necesidad en la prostitución: para sacar a su niña adelante, para intentar alejarla de todo lo malo que ella había vivido en sus carnes desde muy pequeña.

Adriana fue de club en club y después pasó a los pisos; de estos, a la calle, para acabar en la Colonia Marconi de Villaverde, que no es otra cosa que el cementerio de elefantes de la prostitución, donde van a parar las mujeres que son desechadas de los locales de alterne por su deterioro físico y mental, o aquellas pertenecientes a la mafias de los países del Este que son los amos y señores de ese territorio hostil. Es en ese polígono donde fue a vender lo único de lo que disponía, su cuerpo. Un cuerpo ya enfermo por los excesos de una vida que la había maltratado.

La última vez que vieron con vida a Adriana en Marconi fue una tarde del mes de julio, a la hora bruja cuando se pone el sol. Ese momento mágico donde la luz es horizontal, produce sombras alargadas y está fuertemente coloreada. Esa maravillosa luz marcó el ocaso de la vida de Adriana. Con esa puesta de sol desapareció para siempre del polígono. Nadie la volvió a ver hasta que, cinco meses mas tarde, el 2 de diciembre hallaron su cuerpo dentro de la funda de un colchón arrojado a un descampado que hacía las veces de escombrera. Un lugar donde los vecinos tiraban sus basuras, los desechos y las cosas inservibles que les molestaban en sus casas. El cuerpo de la mujer se encontraba en estado cadavérico y con claros signos de violencia.

Adriana, madre, española, vecina, amiga y mujer, sufrió tanto en la vida buscando la forma de sobrevivir en una sociedad hostil que no ofrecía mejores oportunidades, ojalá la tierra te sea leve y descanses en paz.

 

#AquíEstamosAdriana