Biografía del cadáver de una mujer V: Yolanda

¿Cuánto vale la vida de un ser humano? ¿Y la de una mujer prostituida? ¿De verdad crees que vale lo mismo?

 

El 11 de marzo de 2020 se celebraba el juicio contra Israel García Parreño, el autor de la muerte de Yolanda, una mujer prostituida a la que había estrangulado con sus propias manos. La Fiscalía pedía una pena de trece años de prisión por el homicidio, más otros cuatro años por el delito de robo con violencia en casa habitada, es decir, un total de 17 años de cárcel. Pero esto era antes de que el fiscal pactara con el abogado del acusado, ya que ni siquiera se llegó a constituir el jurado popular que debía juzgar emitiendo un veredicto del crimen.

Fruto de esas negociaciones llegaron las rebajas: homicidio involuntario con resultado de muerte con una pena de cuatro años, más otro cuatro por el robo… ¡De 17 años de condena a tan solo 8! Y todo legal, claro. Se hace un pacto antes de llegar a juicio entre Fiscalía y abogado en el que, por reconocer el delito del que se va a acusar al presunto autor de la muerte de Yolanda, se rebajan las penas respectivas y de esta manera se evita el juicio, el público, el jurado…

Yolanda tenía 42 años, y dos hijos de 16 y 13. Estaba separada, por lo cual ella sola sacaba adelante a sus dos niños, luchando con coraje. Además de buena madre, los que la conocieron la recuerdan como una buena persona, una mujer tranquila, buena amiga de sus amigos.

Trabajaba habitualmente de camarera, a veces de limpiadora en hogares, y por último, cuando no encontraba trabajo, se prostituía. Sus hijos, como los míos y como los tuyos, tenían la mala costumbre de comer todos los días. Cuando se prostituía lo hacía en casas de citas donde no dependía, como es el caso de los burdeles, de un horario fijo, para de esta manera poder estar el máximo tiempo posible con sus hijos.

La noche del 11 de marzo de 2018, Yolanda recibió la llamada de un prostituyente para contratarla. La mujer se anunciaba a través de la plataforma pasion.com. Ese mes no había ido nada bien y Yolanda se había retrasado en el pago del alquiler del pequeño piso situado en la localidad de Alcalá de Henares (Madrid), así que no tenía otra opción que aceptar ese servicio sexual. Esa noche, además, no estaban sus hijos en casa y el “cliente” decía conocerla, así que la mujer le citó en su propia vivienda. “Total, solo sería media hora”, seguro que pensó.

Yolanda no pasaba por su mejor momento, sufría de una fuerte depresión y estaba en tratamiento médico. Intentaba con todas sus fuerzas recuperarse ahora que por fin había conseguido dejar las adicciones que en su día la consumían. Con mucha fuerza de voluntad y valentía había dejado las drogas y el alcohol fuera de su vida, porque Yolanda tenía una vida, una familia, hasta que un prostituyente decidió arrebatársela cruelmente.

Según el autor de la muerte de Yolanda, Israel García Parreño, el mismo estranguló a la mujer como parte de un juego sexual, para después desnudar su cadáver, quitar las sabanas, y dejar tendido el cuerpo inerte sobre su propia cama, un lecho donde la mujer probablemente tantas noches habría soñado con una vida más fácil para ella y su familia. Después, el asesino confeso de Yolanda lo limpió y ordenó todo, para que no encontraran ni rastro de su ADN. Bajó las persianas, apagó todas las luces y salió de la vivienda cerrando la puerta despacio, sin ruido alguno, para evitar ser oído o visto por algún vecino, pero antes de abandonar el piso de su víctima le robó el bolso y sus dos teléfonos móviles para, más tarde, deshacerse del bolso en un cubo de basura cercano al domicilio de la mujer, sustrayéndole el poco dinero que tenía en la cartera. Con los teléfonos robados, uno se lo regaló a un amigo y el otro lo vendió en una tienda de Alcalá de Henares.

Días después, la casera de Yolanda daba la voz de alarma a la Policía al no ver ninguna actividad dentro de la casa de su inquilina, donde todas las persianas estaban bajadas. Los bomberos abrieron la puerta, la policía entró y encontró el cadáver de Yolanda, completamente desnudo, tendido sobre su lecho de muerte.

Tres meses tardó la Policía en dar con el autor de la muerte de Yolanda. Una vez detenido, el 26 de junio de 2018, el juez decretó su ingreso en prisión comunicada y sin fianza.

El tiempo pasa a veces rápido; otras, demasiado lento. Esto último sentirían en sus carnes tanto los hijos de Yolanda como su hermana. Dos largos años habían pasado desde el cruel asesinato de Yolanda cuando en marzo de este año se iba a celebrar el juicio contra Israel García Parreño. “¡Por fin!”, debieron pensar. Se haría algo de justicia a la memoria de la mujer que amaban, pero el asesinato se convirtió en homicidio, un juego sexual entre dos personas adultas; y el robo, en un simple hurto…

El único testigo de lo que ocurrió aquella fatídica noche aceptó el trato: ocho años de cárcel por haberse erigido en Dios por una noche y arrebatarle la vida a una buena mujer, una madre inocente. Ocho años de cárcel. Seguramente que en un par de años dormirá en su casa, con los suyos, comerá y cenará con ellos… Cuatro años por la vida de Yolanda y otros cuatro por el hurto de dos viejos móviles… ¡Qué barata salió esta muerte! Qué terrible devaluación de un cruel asesinato. ¿Será acaso porque Yolanda era una mujer prostituida? ¿Hay muertos también de primera y otros de segunda categoría? A mí me parece que no es justo y que la muerte cruel de Yolanda solo se podría resarcir con un profundo y urgente cambio de mentalidades.

 

#AquíEstamosYolanda