Lo ha dicho bien clarito ayer 25 de noviembre a primerísima hora mi querida Mabel Lozano, creadora de este proyecto Chicas Nuevas 24 Horas: «La trata es violencia de género».Fíjate tú, creo yo que la mayor demostración de violencia de género y violación de derechos humanos (eso ya es de mi cosecha). Porque en una situación de violencia de género, llamémosle convencional, la mujer tiene posibilidades de gritar y ejecutar un basta ya, y, como dice la campaña oficial de este año, «hay salida».
La trata de mujeres con fines de explotación sexual es, además de un delito contra los derechos humanos, la mayor representación de violencia de género que podamos conocer, porque ahí, aunque hay salida, es más complicado. Son esclavas. Sexuales. Si hay salida es por la ayuda de organizaciones que están entregadas encuerpo y alma a los derechos de estas mujeres, como Apramp, en España, empeñados en que salgan de esa esclavitud del siglo XXI, por la que son obligadas a vender sus cuerpos.
En Paraguay, en Argentina, en Colombia, en Perú, en España, en todos los países en los que Mabel está rodando el documental, la acción de las ONG es fundamental. Sin ellos, a pesar de los empeños de cualquiera de los gobiernos sería imposible. En Perú, me impresionó conocer la labor de Oscar Guadalupe y su esposa Ana, que a través de su ONG Huarayo trabajan especialmente con jóvenes de la zona de Madre de Dios. En Mazuko regentan un albergue en el que viven no solo niñas y jóvenes rescatadas de la trata, obligadas a prostituirse en la selva, sino niños maltratados, abandonados o en riesgo de exclusión social, aparte de niños que no tienen posibilidad de escolarizarse donde viven y que ellos escolarizan en el colegio Simón Bolívar.
Conocí también a Andrea Querol, de Capital Humano y Social Alternativo, ONG con la que en ocasiones colabora Huarayo, y que trabaja en todo el Perú, pero que tiene gran actividad en Iquitos. Las zonas no son lo más importante. Porque su labor es internacional, en la medida en que ambas organizaciones son conocidas internacionalmente, y los materiales con los que trabajan son difundidos y utilizados (o deberían serlo) en todos los países afectados por la trata, que son TODOS.
Sin ellos, sin sus trabajos y sacrificios, las chicas víctimas, especialmente las menores de edad, lo tendrían mucho más duro, más difícil y con más sordidez, si es que la sordidez puede eliminarse de este asqueroso delito. Su principal objetivo, en ambos casos, es rescatarlas y, después, tratar de que los efectos colaterales sean lo menos duros posible y el shock post traumático superable.
Si yo tuviera en mi poder la posibilidad de premiarles lo haría.