Por José Nieto Barroso. Jefe del Centro de Inteligencia y Análisis de Riesgos (UCRIF Central-CGEyF)
Cuatro intensos, duros y finalmente gratificantes años de trabajo sin descanso se plasman en pantalla grande. Es difícil, por no decir casi imposible, resumir en apenas 70 minutos una historia, unas vidas y sobre todo plasmar lo fácil que tienen los captadores de niñas en Perú (pero podría ser cualquier punto del planeta) para engañar, explotar, exprimir y luego… arrojarlas a la basura.
Yandi, de 15 años, e hija de un humilde agricultor, es el hilo conductor del documental. Durante gran parte de esta radiografía actual, el espectador adopta, en la distancia, a esa aparentemente débil muchachita, que ha sido objeto de las más crueles atrocidades, que en el mal llamado primer mundo, sus progenitores no las hubieran dejado ni leer en Internet.
Gracias a sus desgarradoras experiencias perfectamente hilvanadas nos vamos dando cuenta de cuan cruel puede ser el ser humano, sobre todo si puede ganar un euro… un dólar, con la desgracia ajena. Pero, eso cala, hace mella en el espectador. Estoy seguro que muchos de los presentes en el estreno, desconocían las entrañas de los captadores de niñas para su explotación sexual. Sea cual sea la nacionalidad de los protagonistas, el modus operandi es el mismo; caramelo en la boca, para luego, una vez alejadas de su entorno, quitárselo, y enseñarle la cruel y dura realidad… su verdadero destino, ser esclavas sexuales hasta que su dueño crea que han pagado lo que le adeudan por enseñarles qué es la vida.
Esa sala de la Cineteca del Matadero de Madrid, repleta hasta la bandera de un elenco de personalidades políticas de primera fila, tanto nacional, autonómico y local, del mundo del cine, de la televisión, vibraba con cada una de las afirmaciones y aseveraciones de la joven peruana. Es muy importante que los personajes públicos conozcan este delito y, aún más importante, que sepan que esto también ocurre en España.
Sí, esto no solo ocurre a cientos, a miles de kilómetros de nuestras confortables casas. Está ocurriendo muy cerca. En Madrid, en Barcelona, en Sevilla y prácticamente en cada rincón de nuestra “Piel de Toro”. Esos casi 1.900 locales de alterne distribuidos a lo largo y ancho de nuestras carreteras, con sus destelleantes neones y nombres sugerentes. Ahí hay esclavas sexuales, en pleno siglo XXI. También las tenemos, casi invisibles, en los numerosísimos pisos de citas de todas las ciudades de España. De ello son testigos la publicidad que inunda los parabrisas de los vehículos y llena las arcas de los principales periódicos de tirada nacional.
Viendo ese documental, nadie podría pensar que eso puede ocurrir en Europa, en España. ¿Por qué? ¿Eso solo les ocurre a los inmigrantes? Afortunadamente, esta lección de vida podrá verla la mamá de Anita y podrá explicar su experiencia, similar a la de Yandi, pero en Rumanía, en vez de Perú. Anita tiene ahora ya 9 meses y fue rescatada, hace escasos veinte días, junto con su madre. La captó, transportó, alojó y explotó su propio marido, el padre de Anita. Y esto no ocurrió en la Rumanía profunda. Fue en España.
Y, niñas como estas dos protagonistas, también lo fueron adolescentes españolas. Sí. Esto ocurre aquí también. Se capta, se transporta, se aloja y se explota hasta exprimir la última gota. ¿Sus clientes? Desde octogenarios, que podían ser sus abuelos, hasta jovencitos que podían ser sus compañeros de instituto.
Afortunadamente la estrecha relación entre Policía, Fiscalía y las ONG especializadas hace que la lucha contra esta esclavitud moderna sea más fácil.
Pero queda lo peor. Sensibilizar a la población. Dar a conocer este delito. Y gracias a documentales como este, deben ser expuestos y visionados por toda la población, empezando e insistiendo en los más jóvenes. Que sepan que jóvenes como ellos no han tenido la misma suerte. Que respeten y, sobre todo, que si tienen conocimiento de la existencia de alguien en esa situación, que no se callen, que lo den a conocer a las autoridades.
La difusión de la cinta en los países donde la captación de víctimas es más acusada se hace del todo imprescindible. Paraguay, Perú, Colombia, Brasil, etc., agradecerán no tener más Yandis o mamás de Anita.
La gente salía de la sala de la Cineteca con un sabor agridulce. El conocer esas miserias humanas no es agradable, pero es peor aún desconocerla y no saber que muy cerca tuyo puede haber gente esclavizada, y por esa falta de información, no poder ayudar.
Chicas Nuevas 24 Horas hace un favor a multitud de víctimas e impedirá que sigan multiplicándose muchas más. Saca a la luz lo que mucha gente ve y no entiende.
Muchas gracias a Mabel y a todo su equipo por enseñar lo que se esconde detrás de esas “lucecitas de colores” o tras esas “hogueras de Marconi”.