Mujeres desesperadas

¿Qué es la libertad cuando no hay dónde elegir?

Mirar el significado y las acepciones de libertad en el diccionario de la Real Academia me confirma lo que el otro día una amiga comentó en la sobremesa: “La libertad va en función de cuantas necesidades tengas cubiertas”. Y la verdad cayó como un golpe, una vez más.

Llevo más de cinco años trabajando detrás de las redes sociales de los proyectos de Mabel Lozano. Nuestra andadura juntos comenzó en el génesis de Chicas Nuevas 24 Horas y, desde entonces, me ha tocado atender y leer todos los mensajes que llegan a los perfiles de sus diferentes trabajos como directora.

Es habitual que recibamos mensajes de hombres de casi todos los países de América Latina y de España preguntando información sobre precios, servicios y disponibilidad de nuestras “chicas nuevas”, sobre todo a través de Facebook. Es entendible que el nombre de nuestra página en la red social genere confusión, pero también es cierto que basta con hacer un rápido recorrido para entender de qué va esto y de que no somos precisamente una agencia de personas de compañía ni ofrecemos sexo a cambio de dinero.

Es una clara demostración de que ese ímpetu, esa necesidad de preguntar, nace desde el impulso del deseo y la intención de satisfacerlo. Su origen es algo íntimo, instintivo, casi animal. Sin pensar, sin mirar, sin leer, preguntan cómo pueden obtener la presa que quieren. Y vaya que lo hacen.

 

La llegada de María

Mensaje de María

Pero hace unos días recibimos el primer mensaje de una mujer a la que vamos a llamar María. Ella no preguntaba por los productos, sino que “quería” convertirse en uno. Necesita trabajo, no tiene otra salida y solo le queda elegir un camino en el que será explotada y usada para sobrevivir.

¿Es una elección libre? Estoy seguro de que no. Cuando se necesita trabajar, no es por placer o por vocación. Es por necesidad. Por obligación. Generalmente, por una obligación con otras personas. Si encima no tienes más oportunidades, tampoco podemos hablar de libertad. Es imposible elegir cuando tienes una única puerta de salida.

Su impulso no viene del deseo, sino de la carencia y la desolación. Sus breves palabras, para mí, venían cargadas de desesperación. ¿Qué puedo hacer?, se preguntaría. Pues vender mi cuerpo y un trozo grande de mi alma si hace falta para que a los míos no les falte nada nunca más, seguro que habrá sido su respuesta. Y lo está buscando de manera activa, porque con un simple vistazo a su perfil se puede comprobar que así es.

En ese recorrido por sus publicaciones y gustos conocí el concepto de “prepago”, señoritas –unas nuevas y otras no tanto– que ofrecen cualquier tipo de servicio demandado por sus clientes en espacios privados y a un coste fijo. Y no hay pocas, porque gracias a las recomendaciones puedes saltar de una página a otra y ver las lamentables condiciones en las que todo esto ocurre y lo desnudas, literal y figurativamente, que están todas esas mujeres empujadas por el sistema a hacerlo.

El alma se me partió en mil pedazos. ¿Qué opciones tiene María en una zona empobrecida de América Latina, golpeada por el coronavirus y la crisis económica, para alimentar a su familia? Claramente ninguna otra que buscar una respuesta incierta, poniéndose en peligro y sabiendo que, quizás, como muchas otras que emprendieron ese camino antes que ella, nunca volverá a ver a su bebé, a su pareja o a sus padres.

Responder a su mensaje ha sido uno de los más difíciles en todos estos años, porque ¿qué puedes decir ante la desesperación que sea reconfortante? Desde aquí, seguramente nada que ella quiera oír en este momento. Porque el aliento que podamos darle no es una oportunidad ni una salida a sus problemas. Y de eso beben precisamente páginas, puticlubes y prostituyentes… del dolor, la necesidad y la desesperanza de mujeres que, como María, no tienen más puertas a las que golpear. Eso no es libertad, sino abandono. Una mujer más a la que como sociedad le hemos fallado.