Charo Izquierdo desde Perú: «Niños que valen muy poco»

Entre las cosas que uno ve cuando sale del mullido mundo en el que ha nacido, vive y se morirá es que la vida no vale lo mismo aquí que allá, es decir en esos otros lugares del Globo en los que el mundo no es ni tan mullido ni lo es para tanta gente, aunque normalmente para algunos lo es muchísimo más de lo que nosotros conocemos.

En el rodaje del este apasionante proyecto, que cada día toma más fuerza, me ha sorprendido lo poco que se cuida a los niños en Perú. Parece alucinante, así dicho, no más. Y lo es. Pero lo peor es que es tan cierto como que lo estoy escribiendo.

Una de las noches, en Cuzco, que allá dicen Cusco, me sorprendió -me dolió, mejor dicho, tanto como le dolió a Mabel Lozano, a quien vi realmente tocada por la escena- ver a niños vendiendo en la plaza de Armas, a las 11 de la noche. No había uno ni dos. Vendían llaveros, pulseras, guantes de falsa alpaca, gorros típicos… Vendían o más bien pretendían vender y ponían caras compungidas explicando que hasta que no acabaran con el género que esa noche tenían asignado no podrían irse a casa a dormir, a pesar de que al día siguiente a las 8 de la mañana tendrían que estar en el colegio.

Me indignó tanto, que me fui directa a unos policías para preguntarles si el trabajo infantil estaba prohibido allí. Y me explicaron que sí, que por supuesto. A lo que yo contesté que cómo era entonces que esos niños estuvieran allí como vendedores ambulantes. «No, señora…- me dijeron-, no más los niños están con sus mamás…». Alucinante. Ellos veían lo que yo no había visto, que no había madres por ningún lado… Y no quise engancharme porque temí acabar en comisaría.

Así las cosas, no es de extrañar que los niños de 11 años acaben trabajando como mineros y las niñas sean obligadas a prostituirse…, en realidad, no van a dedicarse a ambos menesteres, sino a trabajos normales como el trabajo del campo o el de servir mesas a cientos de kilómetros de sus casas, y, ya lo he contado más veces, son engañados. Esa es la errónea manera de construir sociedad. Es cierto que también he visto niños de uniforme a la salida de los colegios. Pero nunca olvidaré aquella escena nocturna.