Por Charo Izquierdo
Lo he escuchado esta mañana en el programa Hoy por Hoy en la Ser. Hablaba Pablo Casado, portavoz de campaña del PP. Y me hubiera gustado estar cerca de él para ir a darle un abrazo y las gracias. «No se puede legalizar la prostitución porque se estaría perpetuando un problema como el de la trata de mujeres». No es posible pedir más claridad a un político. Sobre todo en estos días en los que algunas voces han puesto el acento en la legalización y que en algunas localidades españolas, muchas de ellas gobernadas por su partido, están enfocándose en esta dirección (y también lo ha dicho el propio portavoz, que está en contra de esa tendencia).
Precisamente para poner caras, pero también números al negocio de la trata, Mabel Lozano ha realizado su documental Chicas Nuevas 24 Horas, que da título a este proyecto. Y precisamente para dejar claro que las mujeres víctimas de la trata son sobre todo eso, víctimas, que no ejercen la prostitución por su voluntad sino forzadas, engañadas, amenazadas, secuestradas, esclavizadas, por proxenetas, por mafias, escribí la novela Puta no soy, que saldrá a la venta en mayo, y que está basada en uno de los personajes del documental.
Legalizar la prostitución es dejar el camino mucho más libre a quienes se lucran con este negocio. Cuando se habla de legalización y de abolición y de los derechos sociales de las mujeres que ejercen la prostitución, hay que decirlo todo. ¿Cómo se puede hablar de derechos sociales y sanitarios cuando aquellas que son obligadas a ejercer no pueden siquiera exhibir unos papeles que las identifiquen como ciudadanas de pleno derecho, porque sus raptores los tienen confiscados? Tampoco pueden ir libremente al médico ni por la calle, ni hablar con su familia ni con sus hijos. ¿Van a pagar ellas esos impuestos con los que se hacen números en una especie de cuento de la lechera que no se cree nadie que conozca el tema de cerca? De las mujeres que venden su cuerpo, el 80% es víctima de la trata de personas con fines de explotación sexual. Ese 80% humillado tiene derechos por encima de los que se defienden en una legalización de la prostitución. Derecho a una vida digna. La que no tienen.
La prostitución vive por tanto, más que en gran medida, de la trata. Y en países en los que se ha legislado con la prohibición, los llamados abolicionistas, como Suecia, con el paso de los años se ha visto una evolución negativa de las cifras de mujeres víctimas de trata allí. ¿Qué ha pasado con esas mujeres? Las han llevado (no van ellas: las víctimas de trata no se trasladan por su propio pie, son maltratadas y conducidas) a otros países. Casualmente, a los más vecinos. Por ejemplo, Dinamarca, que, como Holanda, ha legalizado lo que ellos denominan negocio, que lo es, y mucho, para unos cuantos. Para ellas, para las mujeres, para las víctimas de trata, es simplemente una violación de sus derechos como seres humanos. Simplemente -nada más y nada menos-, un delito.