Diciembre se ha convertido en el mes en el que se conmemora la lucha contra el Sida. Especialmente el día 1, pero no solo. Y de las cosas que más me han asombrado visitando Perú e investigando sobre las mujeres y las niñas víctimas de la trata con fines de explotación sexual, es precisamente las prácticas de riesgo, las prácticas sin protección, sin preservativos, vaya.
Me contaron cómo algunas veces las ONGacuden a entregárselos en los llamados prostibares, esos locales situados en la selva peruana en los que las mujeres llegan en una inmensa mayoría engañadas y acaban siendo prostituidas para dar satisfacción a los mineros ilegales, que en un gran número de casos, justo lo que piden es mujeres que acepten tener relaciones sin preservativo. Pero el problema no es únicamente ese. El problema es que estos clientes consumen alcohol en cantidades ingentes. Y no solo ellos, sino también las «damas de compañía», como llaman a las chicas que les acompañan por las noches, rematen o no con sexo, que cuanto más beben y, sobre todo cuanto más incitan a beber a los clientes, más dinero obtienen, si es que obtienen algo (a veces no ganan, sino que ese dinero sirve para ir cancelando la deuda contraída con sus tratantes). Clientes borrachos con chicas que han bebido ostensiblemente dan lugar a una ecuación dramática que inhibe de que unos y otros exijan protección. ¿Quién se acuerda del preservativo con esa coyuntura?
Por eso, creo importante denunciarlo y, sobre todo, recordarlo en este día, en este mes, en el que hay que pensar en todos aquellos que se fueron porque no pudieron luchar contra la enfermedad, dar las gracias a las asociaciones que trabajan con los enfermos, a los investigadores que cada vez están más cerca de obtener una vacuna y hay que acordarse de los enfermos que están poniendo todo el coraje por vivir con esta enfermedad crónica. Y por eso creo importante recordar que esa situación que acabo de describir en Perú es similar a las que se producen en nuestro país, en el que en los clubs las mujeres traficadas también saben lo que es no usar protección, porque se lo impiden los clientes o porque ellas mismas bajo los efectos de alcohol o estupefacientes no le prestan atención.