“Estuve buscando trabajo porque mis padres son pobres y no teníamos dinero para alimentarnos, entonces con una amiga fuimos a leer los avisos de trabajo en el jirón Los Incas, nos hemos interesado en un empleo, que pedía a señorita de buena presencia y para atender negocio con jugosa paga, hemos llamado al teléfono y nos hizo ir a un hotel, donde nos prometió un pago de dos mil soles y solo teníamos que atender un negocio, nos pagaría la estadía y el almuerzo”, nos relata Magda, que tenía ahora este nombre, con el que los parroquianos la identificaban en sus actividades.
Lógicamente que las primeras actividades que realizan es atender en los bares y cantinas, donde el mismo contratista es propietario, la paga efectivamente es buena, pero les prohíben tener comunicación con el exterior, hay personas que cuidan las entradas y salidas y no pueden tener amistad con nadie, porque son vigiladas al milímetro, entonces recién llega el suplicio, porque las asignan a atender parroquianos en los clubs nocturnos, primero llevan y traen licor y son “ablandadas” durante la labor de damas de compañía, para luego de un tiempo entender que eran no trabajadoras de servicios, sino esclavas, porque sus pertenencias y su cuarto inicial fueron clausurados o requisados.
“En los clubes nocturnos llegan mineros a tomar bastante licor y desean tener la compañía de una mujer, porque no tienen acceso sexual por varias semanas e incluso meses, por lo que a las que atendemos de noche nos manosean y dicen que quieren estar con nosotras, es ahí cuando llega la orden de atenderlo en las habitaciones privadas y comienza nuestro suplicio, los mineros son toscos y borrachos, no entienden, nos violan y agreden, nosotras no podemos hacer nada más que acceder a sus requerimientos y las personas que nos controlan todavía se burlan cuando nos quejamos y nos dicen que recién comienza nuestro trabajo”, nos relata Magda.
Extraoficialmente se conoce que en los asentamientos mineros de la región hay más de 200 mil trabajadores mineros, muy pocos de ellos viven con sus familias y la gran mayoría habita solo y los que salen ganando son los propietarios de cadenas de clubes nocturnos, bares, cantinas y lenocinios, por lo que se cree que solamente en la Rinconada existe más de cien locales nocturnos que ofrecen sexo sin discreción, inclusive se conoce que hay más mujeres que se prostituyen obligadas bajo coacción, que son menores de edad, las que tienen mayor valor para los traficantes de personas, inclusive los efectivos policiales que están destacados en la zona son muy bien tratados por los tratantes de personas, con lo que aseguran sus negocios.
Ahora bien, los inescrupulosos tienen cadenas de negocios de este tipo y no se tiene una estadística de cuántas mujeres son engañadas con el trabajo fácil y la excelente remuneración, pero solamente en el local donde “trabajó” Magda había por lo menos unas treinta damas, y más de la mitad de ellas menores de edad que, al parecer, ya se acostumbraron a prestar sus servicios sexuales durante las noches, mientras que de día descansan; es más, algunas de ellas son las que hacen de soplonas sobre las posibles habladurías de fuga o denuncia a los propietarios de estos locales, que por supuesto nadie sabe quién es, porque lamentablemente una persona capta a las incautas jovencitas en la ciudad, las lleva en un carro lujoso, las internan casi siempre hasta altas horas de la noche para que las “nuevas” no se orienten; en ese lugar hay una persona que está al mando, con la que nadie tiene contacto; pero los que guían los negocios son allegados o cafichos, por eso no se puede “identificar a los que hacen las explotaciones inhumanas de las compañeras y las investigaciones policiales; no piden nombres y nosotras no podemos ayudar a decir quiénes y dónde viven, y eso es muy frustrante para nosotras, porque nunca obtendremos justicia”.
Al parecer, los sujetos que trabajan con la trata de personas están cubiertos por todos los lados, por el momento las autoridades jurisdiccionales enfatizan que la carencia de recursos logísticos y económicos hace que las investigaciones que realizan los fiscales sean nulos, porque enfrentan a ingentes capitales económicos que no dudan en contratar sicarios para acallar a las denunciantes, por eso también nuestra informante, Magda, dice: “ya creo que debo cuidar mi vida, en Putina existen varias denuncias contra algunos tratantes de personas, pero ellos persiguen a las denunciantes y las amenazan de muerte o dicen que sus familiares pagarán caro si nosotras las identificamos, entonces nos sentimos desamparadas y lamentablemente pasamos página y queremos vivir una vida tranquila y no estar pensando en que nos apuntarán con una pistola para matarnos”.
Parece que fuera una mentira, pero en pleno siglo XXI existen personas que viven con temor a la integridad física y emocional, no son culpables de nada, solo querían trabajar y ganar un poco de dinero, pero que en su camino se encontraron un una odisea, esa odisea donde sus vidas no valen nada, solo son objetos de diversión y entretenimiento para mineros ansiosos de los placeres mundanos, no tienen la mínima protección contra las enfermedades de transmisión sexual, porque los que contratan los servicios de una fémina están ebrios y casi nunca quieren utilizar un preservativo; un mundo donde la vida, al parecer, no vale nada y la presencia del Estado es nulo o anulado por los actos de corrupción que imperan y la falta de control por parte de los municipios distritales y provinciales; un mundo donde cada sujeto vive la vida para el momento y ese momento es sentirse macho, frente a la desigualdad de oportunidades y fuerzas, que en este caso son bien representadas por una dama.
Mientras Magda trata de olvidar su calvario con una pareja sentimental, no puede dormir tranquila, porque en su mente están las múltiples violaciones que sufrió y que un traficante de personas ahora mismo estará haciendo padecer a una adolescente para amasar fortuna; no imagina qué hubiera sido de ella si hubiera contraído el Sida o la Gonorrea. Por ahora quiere rehacer su vida, tener una familia y olvidar todo. Dice que pagaría aunque sea con su vida para olvidar lo vivido, pero lamentablemente es su vida y solo con su muerte dejará de pensar. Urge entonces una campaña seria de investigación policial para identificar los antros de explotación humana y a sus propietarios, obtener pruebas de la comisión del delito de trata de personas (sancionado por el ordenamiento jurídico nacional) y neutralizar esta actividad, comenzando desde los inofensivos avisos de trabajo y jugosas ganancias, hasta los proveedores de licores o estupefacientes y sus nexos; así posiblemente podamos identificar, sin temor a dudas, a los capos de la trata de personas, quienes deben ser puestos a buen recaudo, mientras que sus negocios son clausurados.
Fuente: Los Andes