Si algo llama la atención de Lima no es su barrio colonial, menos vistoso que en Cusco, por ejemplo, sino esa especie de veneración a la Virgen que está exhibida por todas partes y aún las esquinas, que ríete tú de Sevilla. La Virgen no entiende ni de barrios ni de calles ni de lugares no sagrados. Por ejemplo, antes de subir las escaleras que dirigen a los despachos del Ministerio de la Mujer y las Poblaciones Vulnerables, y a su mismo nivel en cuanto a tamaño y posición, una hornacina gigante de Virgen y niño da la bienvenida.
También en los barrios marginales, en las calles de mayor concentración de la prostitución…, pero también en las calles de las ópticas, que curiosamente están todas atomizadas…, y en grafittis sobre ladrillos en el barrio de la Alegría, que de alegre tiene poco y sí mucho de pobreza, visible en sus callejones que ocultan viviendas y otras cosas, aunque los efectos de la pasta base de coca sobre algunos de sus pobladores no espera a ser mostrada escondida en los callejones, y se ve en las miradas y en los andares y gestos de algunos jóvenes.
Por cierto, poco protegidas parecen sus mujeres, incluso aunque cuenten con un Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y una Ministra, Carmen Omonte, activa, joven y simpática, dispuesta a darlo todo, y a influir desde el punto de vista ejecutivo, legislativo y judicial. Pero basta ver los carteles que se encuentran en algunos bares y establecimientos, anunciando una marca de cerveza, para entender que aún falta mucho en lo que se refiere al respeto al cuerpo de la mujer y a la noción de igualdad. Imaginaba el cartel en Europa y sería un escándalo. Juzguen sin mi mediación.
