Testimonio enviado por M. R., estudiante de Derecho de la Universidad de Castilla-La Mancha
Soy estudiante de Derecho en la Universidad de Castilla-La Mancha. Durante este curso he tenido el privilegio de poder ver el documental Chicas Nuevas 24 Horas, y posteriormente participar en una charla entre todos los alumnos, profesores y Mabel Lozano, la directora.
El tema de la trata de personas era prácticamente desconocido para mí, probablemente porque contamos con escasa información. Después de ver el documental, me he sensibilizado bastante al respecto y escribo aquí porque esta pasada semana me encontré un caso real.
El pasado domingo, alrededor de las 21 horas, me dirigía a casa con una amiga, como cualquier otro día, después de pasar la tarde en el campo con mis amigos y nuestros perros. Tras llegar al pueblo, encontramos entre dos árboles y tumbada en la arena a una chica. Estaba descalza, fuera de control, muy nerviosa.
Nos dirigimos a ella y le prestamos ayuda; nos dijo que era prostituta, y que había estado haciendo un servicio con dos hombres (clientes habituales, por lo visto), los cuáles le habían pegado y robado. No quiero imaginarme la situación por la que estaría pasando, llegando al punto de decidir tirarse del coche en el que se movían cuando éste se encontraba en marcha.
Pasados unos minutos, se congregaron más vecinos del pueblo para prestarle ayuda; la chica nos pidió hablar con su jefe, y no llamar a la policía, ya que se encontraba de manera ilegal en nuestro país.
Intentamos calmarla y relajarla, pero había consumido demasiado alcohol y drogas. Éramos incapaces. Su jefe nos dijo que ella «no tiene permitido salir del club», y que dejó una nota a las 8 de la mañana diciendo que salía a hacer un servicio con otra compañera (la cual decidió volver un poco antes, alrededor de las 17 horas, al club). El jefe (explotador, sinvergüenza, esclavista o como lo queráis llamar, salvo persona) se molestó únicamente en mandar al taxista de confianza a recogerla.
Entre todos decidimos llamar a la policía, a pesar de que ella no quería. Pienso que fue la mejor decisión. Del resto se encargaron los agentes.
A día de hoy siento rabia e impotencia, y me pregunto: ¿qué será de ella? Prácticamente tenemos la misma edad, y vaya vidas tan distintas las nuestras, ¿verdad? Yo tengo una familia, un hogar, unos amigos con los que disfruto de cada segundo de nuestra juventud; me permiten estudiar lo que me gusta, y aun así me quejo; nunca nos conformamos con estos regalos que la vida nos da la oportunidad de tener. ¿Y ella qué? Tiene lejos a su familia, en Brasil; por lo que nos contó, vive a camino entre dos clubs; quizás no es el futuro y la vida que ella esperaba y deseaba encontrar en nuestro país. Pensar en todo esto me llevó a empatizar enormemente con ella.
La verdad que, cuando debates con gente sobre la regulación en este tema, lo primero que piensan es en los posibles beneficios de la legalización de la prostitución. He de ser sincera; yo también era de esa opinión hasta que tuve la suerte de ver Chicas Nuevas 24 Horas, y contar con la presencia de Mabel en primera persona. Me hizo verlo desde otra perspectiva.
Desde mi punto de vista, la prostitución no puede considerarse como un trabajo, sino como una forma de esclavitud, ya que la inmensa mayoría de las mujeres son obligadas y coaccionadas para ejercerla, siendo víctimas prácticamente todas de la trata de personas.
La legalización de la prostitución no es compatible con los Derechos Humanos, pues en casi todos los casos una de las primeras carencias sufridas por la propia mujer es la libertad sexual.
Os puedo decir que la trata de personas la tenemos a la vuelta de la esquina, y que directa o indirectamente todos y cada uno de nosotros somos partícipes de ello. Tal vez os preguntéis: ¿Y de qué manera?, directamente, como propios consumidores, e indirectamente, por mirar hacia otro lado y no querer ver la realidad de esta situación.
Para terminar, quiero agradecer a Mabel la oportunidad que me ha brindado al poder plasmar aquí esta historia; sentía la necesidad de compartirla de alguna manera, pues me marcó profundamente. No puedo finalizar estas líneas sin expresar la admiración que siento por todo su trabajo y esfuerzo contra esta lacra social.
A partir de ahora, intentaré, dentro de mis conocimientos y posibilidades, aportar todo lo posible para concienciar y sensibilizar a nuestra sociedad.