Trata de blancas

Cuando hablamos de trata de blancas nuestro imaginario nos lleva a la explotación sexual comercial de mujeres, pero ¿solo blancas?

Este término fue utilizado en el siglo XIX para referirse a las mujeres europeas; pobres, vulnerables y con la piel blanca, que eran captadas para ser vendidas y explotadas en otros continentes como esclavas sexuales. Aunque esto no era nuevo. Durante siglos de historia colonial y esclavitud se permitió y normalizó la extracción de mujeres negras de sus lugares de origen para ser vendidas y explotadas en el campo, la industria o la prostitución. Por ello, cuando nos referimos a la “trata de blancas”, es una forma de definir este delito de una manera racista y discriminatoria, porque invisibilizamos a muchas otras mujeres víctimas y las sacamos del delito declarado de trata de personas o de seres humanos.

El lenguaje es muy importante, de hecho, de la trata sexual se habla como “un problema” , aunque un problema es el que tienen muchas mujeres para dar de comer cada día a sus hijos e hijas y eso las hace vulnerables para ser captadas por las redes transnacionales. No, la trata no es un problema, es un delito que vulnera todos los derechos humanos y está en el Código Penal español desde 2010. Cuando utilizamos “problema” en lugar de delito, lo hacemos pequeño, insignificante… Como a ellas, las víctimas, a las que no se da importancia y las llamamos prostitutas, putas, zorras, guarras, lumis…

Por el contrario, en demasiadas ocasiones, a los victimarios, tratantes, proxenetas o delincuentes se les llama empresarios del sexo o empresarios de clubes de alterne. A ellas, el lenguaje las estigmatiza; a ellos, a los que lucran de la prostitución de otra persona bajo amenazas y coacciones, les dignifica.

Esclavitud

Y si seguimos con esto del lenguaje, una mujer víctima de trata sexual no es una prostituta, es una mujer obligada a prostituirse. Y cuando está siendo prostituida en un piso, un chalé o un burdel a cielo abierto, no está trabajando, sino que está siendo explotada, porque cuando hablamos de trata, siempre nos referimos a esclavitud, en este caso, a esclavas sexuales. Y esta forma de esclavitud moderna se parece mucho a la trata de esclavos del siglo XVI.

Aquellos siervos llevaban grilletes de acero y cadenas en manos y pies que les impedían fugarse. Hoy, las mujeres llevan las cadenas en la cabeza. Es el miedo el que les impide escapar. A los de la antigüedad se les marcaba como al ganado para saber quién era su amo, mientras que, en la actualidad, a muchas mujeres subsaharianas captadas para la explotación sexual se les tatúa en sus países de origen para que, cuando lleguen al lugar de tránsito o destino, sean fáciles de reconocer por sus esclavistas. Ahora, como ocurría entonces, no pueden salir de su lugar de explotación. Antes de los corrales de esclavos y, en estos tiempos mayoritariamente de los pisos, donde también viven hacinadas y, en muchas ocasiones, en condiciones insalubres.

Antiguamente, los tratantes de esclavos vendían su mercancía a posibles “clientes” a través de subastas. El tratante señalaba al esclavo, decía su edad (aproximada), sus atributos físicos, la buena capacitación y disposición para el trabajo a desempeñar y ponía precio. Básicamente, lo mismo que hacen los esclavistas de hoy con las mujeres que venden y alquilan, eso sí, ahora los “clientes” antes de comprarlas soban la mercancía.

Porque a los hombres que consumen prostitución les llamamos clientes, y no por su nombre: consumidores de sexo de pago, prostituyentes o puteros…Y son estos mismos hombres los que hablan de prostitutas libres, felices, a las que les gusta el sexo y además ganan mucho dinero con este trabajo.

Que argumento más antiguo, casposo e hipócrita para justificar y normalizar la prostitución como un “trabajo”. ¿Pero para quién?, ¿para mujeres y niñas que pueden elegir en libertad qué quieren hacer con su cuerpo y su vida?, ¿o más bien para las mujeres que son reclutadas víctimas de trata sexual porque no tienen ninguna opción, porque carecen de alternativas? Pero claro ¿a quién le importa una mujer migrante, sin papeles, que no puede votar, pobre y puta?