Nuestro destino nunca es un lugar

Una joven rusa, Irina, fue la que consiguió de un empujón que saliera de mi zona de confort de starlette televisiva para ponerme frente a frente con una realidad que desconocía por completo. Porque en 2005 nadie, absolutamente nadie, hablaba de la trata con fines de explotación sexual.

El durísimo testimonio de Irina como esclava sexual me hizo sentir rabia, no pena. Rabia por mi ignorancia, porque ocurriera, porque ocurría, pero nadie lo sabía; porque el que lo sabía no hacía nada, porque no ocupaba las portadas de ningún periódico y porque seguro que alguno de los hombres de mi entorno había comprado alguna vez a una Irina.

Y así fue como nació mi primer largometraje documental, Voces contra la trata de mujeres, que en su día muy pocas personas vieron. Es verdad que como material audiovisual era “muy flojito”, para qué nos vamos a engañar, pues era mi primer trabajo detrás de la cámara. Pero creo que esta no fue la única razón por la que nadie tuvo interés en ver este documento brutal, y digo brutal porque era la primera vez que escuchábamos en primera persona el testimonio de 14 mujeres supervivientes de este fenómeno: la trata no fue delito hasta muchos años después, en 2010. Tampoco lo vieron porque yo hiciera pornografía del sufrimiento de estas mujeres, algo que por cierto jamás he hecho. La razón, sin duda, fue porque hace 15 años nadie quería saber que detrás de las luces de neón de los cientos de “putis” apostados a lo largo y ancho de nuestra geografía, o que en la trastienda de los locales de alterne donde se venden cubatas y mujeres, en realidad, el ocio era y es solo para los machirulos, ya que para las mujeres y menores “de vida alegre” es una violación sistemática de todos y cada uno de los derechos fundamentales.

Ese primer trabajo, casi dos años después, lo compro una cadena de televisión generalista y se convirtió en una herramienta clave para formar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a jueces y fiscales, porque como digo no había nada ni nadie en ese momento que hablara de estos asuntos.

La mosca cojonera

En todos estos años, una y otra vez, a través de documentales, cortometrajes, campañas, spots, libros, artículos y cientos de conferencias, he abordado la trata poniendo el foco en todos los actores: víctimas, demandantes, negocio… Incluso hace cuatro años en el victimario, con la llegada a mi vida de Miguel, apodado “El Músico”, un exproxeneta condenado por prostitución coactiva y trata de seres humanos, uno de los grandes ideólogos de este sistema tan perverso de explotación humana y antiguo propietario de más de una docena de los macroburdeles más importantes de España, que me confesaba con valentía –se jugaba la vida con ello– la verdadera historia de lo que hay detrás de la prostitución. Sí, la prostitución, porque esta y la trata sexual van cogiditas de la mano, sometiendo y esclavizando a mujeres que no tienen otra alternativa. El testimonio de este hombre se convirtió en un relato único y apasionante sobre el crimen organizado que mueve los hilos de este negocio millonario que yo conté primero en un libro y después en un documental.

Un día le pregunte a “El Músico” por qué me había escogido para contarme todo esto a mí, porque fue él quien me buscó a través de un amigo común, un policía, para contarme su historia poniendo en riesgo su integridad física… Porque una cosa es hablar de cómo se explota como mercancía a las mujeres, y otra muy distinta es contar sin pelos en la lengua cómo se blanquea el dinero, quiénes son sus cómplices o por qué siguen los “putis” abiertos a pesar de las redadas de la policía, entre muchas otras cosas jamás contadas del entramado mafioso. Porque a los malos no se les respeta, pero dan mucho miedo, “y por eso nadie habla de ellos”, como dice Miguel.

“El Músico” confesaba que hacía años que me seguía, bueno, más bien que me seguían, él y sus compadres. Incluso me contaba, cuando ya llevábamos tiempo hablando, “lo bien” que yo le caía al resto de la pandilla de delincuentes.

“Esta tía guarra, esta mosca cojonera…”, decían de mí, entre otras muchas lindezas.

Este hombre conocía todos y cada uno de mis trabajos contra la trata. Seguía mis pasos por tierra, mar y aire porque, según él, nadie había hablado de esto antes como yo lo hacía: exento de morbo, con seriedad, rigor y sin hacer “sangre con las mujeres”, sino con ellos y los prostituyentes o depredadores, que es como llama a los hombres que siguen alquilando mujeres en los pisos y macroburdeles que regentan sus exsocios.

Mujeres borradas

Fue también “El Músico” quien me habló por primera vez del asesinato de Yamiled Giraldo, protagonista de Biografía del cadáver de una mujer, a manos del proxeneta al que ella valientemente había denunciado. Esta terrible y dolorosa historia real nos dio pie para investigar sobre las posibles mujeres asesinadas en situación de prostitución, algo que ni siquiera la delegación del Gobierno de Violencia de Género había hecho. Por esta razón, los nombres de estas mujeres injusta y brutalmente asesinadas los había borrado la historia.

El final de este viaje que comenzó junto a Irina hace 15 años, porque como dice Henry Miller nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas, por desgracia, no parece que esté cerca; al contrario, con esta pandemia todavía habrá muchas más mujeres en situación de marginalidad que se convertirán en piezas fáciles para los grandes cazadores de seres humanos. También, porque lamentablemente seguimos sin una legislación que vista de derechos a las mujeres y niñas desnudas de estos, y que condene el proxenetismo en todas sus caras.

Pero he de deciros que si bien es cierto que en demasiadas ocasiones siento profunda tristeza e impotencia al comprobar que la vida humana vale muy poco, porque por encima de ser una cineasta denunciando una y otra vez este delito, soy una activista comprometida con los derechos humanos, también tengo que confesaros que en este viaje he encontrado y sigo encontrando muchas, muchísimas personas maravillosas y son todas ellas las que hacen que este viaje esté resultando duro, pero también apasionante.

Este es el caso de María, una activista colombiana, una mujer extraordinaria que lleva años dedicada en cuerpo y alma a rescatar a mujeres y niñas prostituidas, y que me ha tendido generosamente su mano para llevar a cabo una nueva investigación que verá la luz en forma de libro en octubre, un desconocido y cruel escenario que va a sorprender y que hará temblar los cimientos de la industria del sexo. Gracias a María, y a su lado, he recorrido el camino desde los burdeles y rotondas, desde los pisos y calles donde se ejerce la prostitución 1.0 a las fronteras digitales, porque es aquí donde vamos a tener que caminar para rescatar a mujeres y niñas víctimas de la prostitución 2.0.