El 25 de abril de 2009 a las 08:25 horas, la Policía Foral de Navarra recibía una llamada telefónica efectuada desde el teléfono de un domicilio privado situado en la pequeña localidad de Cordobilla (Pamplona). A través del teléfono un hombre bastante nervioso contaba a los agentes como había creído escuchar disparos justo debajo de su ventana, en la entrada del edificio. Tan solo unos minutos después, a las 08:32 de esa misma mañana varios agentes de la Policía Foral se desplazaron al lugar. Cuando llegaron se encontraron a la entrada de la urbanización el cuerpo sin vida de una mujer con múltiples heridas producidas por arma de fuego a quien los agentes identifican como Yamiled Giraldo Quintero, nacida en La Tebaida (Colombia), con domicilio en la localidad de Ituren (Navarra).
Mientras los policías reconocían el cuerpo inerte de la mujer, del interior de la urbanización asomaba la cabeza con timidez un chico muy joven. Una vez que los agentes se identificaron ante el adolescente este, entre gritos y lágrimas, se presentaba como Cristofer, el hijo de la víctima.
– “¡Han matado a mi madre! ¡Era una trampa, una trampa!”, gritaba el joven.
Yamiled Giraldo salió de su país pobre, con la única compañía de una pequeña maleta que contenía todas sus pertenencias, más los miedos y la incertidumbre de llegar a un lugar donde no conocía a nadie, donde tan solo tenía una dirección, un nombre por el que preguntar y la promesa de un trabajo en una fábrica de seda en el norte de España, país que ella no conocía. También en esa maleta viajaban la ilusión, el sueño europeo de tener una oportunidad para ella y para sus dos pequeños que se habían quedado en Colombia, esos niños que eran la razón de la melancolía que abrazaba hasta la asfixia a Yamiled mientras miraba por la pequeña ventanilla. Lo que no imaginaba la joven colombiana era que ese avión la conducía a una muerte segura, pero que antes debía descender a los infiernos. Al bajar del avión, un demonio con rostro de hombre salvaje y violento la violó en su coche nada más recogerla en el aeropuerto de camino a su prisión de luces de neón. Ese club de carretera del que no podía salir y que decían era “su casa”, por la que tenía que pagar 70 euros diarios, que se sumaban día tras día a los 6.000 euros que decía aquel demonio que debía a la organización criminal. Aquella persona era un proxeneta, y ella, según él, de su propiedad se había convertido en una mujer “de deuda”.
Los primeros días en ese lugar con olor a sexo, sobaco, pies, ambientador rancio, había aguantado sin comer, sin beber, con gritos y amenazas, sola, muy sola, donde era plenamente consciente que nadie vendría a ayudarla. Hasta que le enseñaron una foto de sus niños, sus dos cachorritos, que eran la única razón por la que ella estaba allí…
El plan
Lo primero que hace el delincuente es contratar a un detective privado para que siga a esta mujer, conocer sus horarios, sus costumbres, su lugar de residencia, su vehículo…
Llevaban meses investigándola, pero no era fácil acometer el asesinato, pues el lugar donde vivía Yamiled con su nueva familia española, su marido y sus cuatro hijos, dos llegados desde Colombia y dos niñas de corta edad fruto de la nueva relación, era muy pequeño y las probabilidades de huida muy escasas. Aun así, el proxeneta no tiró la toalla, porque quería vengarse de la mujer y buscó la manera de hacerlo, urdiendo un plan desde dentro de la cárcel.
Necesitaba cómplices, tanto desde el interior de la prisión, como también de fuera de los barrotes, para que le “gestionen” un “ajuste de cuentas” contra Yamiled Giraldo, promovido como acto de venganza por haber esta declarado en su contra en un juicio que le llevó a ingresar en prisión, a que muchas de sus cuentas bancarias fueran bloqueadas, a que le incautaran coches de lujo, propiedades y, desde luego, a que investigaran su forma de vida, los locales de alterne.
Para cometer el asesinato, el autor intelectual necesitaba un sicario, la persona que ejecutara el asesinato; un arma de fuego, corta para no errar los tiros; un coche que no sea identificado tanto para cometer el asesinato como para la huida, teléfonos limpios para utilizar desde dentro de la prisión y desde fuera, y dinero para comprar todo esto. En total fueron 10.000 euros lo que costó la vida de esta mujer: 8. 000 para el sicario y 2.000 para comprar el resto de las cosas. Los billetes contantes y sonantes para cometer el delito salieron de un burdel, de los beneficios de la explotación de las mujeres, destinados al asesinato de otra que había salido “contestona” y molesta. Era algo que había que hacer para que el resto aprendiera lo que ocurre ante un acto de rebeldía como esa, porque las mujeres no denuncian, tan solo se someten y callan, por su bien y por el de sus familias, las de aquí o las de allí, porque los proxenetas las buscan y las encuentran.
De las pesquisas de las Fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado se sabe que a Yamiled Giraldo la citaron ese 23 de abril de 2009 al lugar donde sería asesinada. Una mujer que se identificó como Alicia la contactó telefónicamente para contratarla como esteticien para una boda en la localidad de Cordobilla.
Yamiled llegó esa mañana a la hora acordada al lugar en compañía de su hijo Cristofer de 14 años, al que más tarde debía llevar a un partido de pelota. Una vez allí, la mujer aparcó su vehículo y, mientras se encontraba sacando el material de trabajo del maletero con la ayuda de su hijo, un turismo se detuvo frente a ellos, y de este descendió una persona que iba en la parte trasera del coche. Esta persona, que llevaba puesta una peluca de color azul oscuro y cuyo rostro cubría con una prenda, tras bajarse efectuó una serie de disparos con un arma de fuego de color negra contra Yamiled. Cuando se giró hacia Christofer, le apuntó e intentó disparar contra él igualmente, pero tuvo problemas con el arma. Manipuló el arma para intentar solucionar la obstrucción, volvió a apuntar a Yamiled que se encontraba tendida en el suelo, se acercó a ella y descargó nuevamente otra serie de disparos sobre el cuerpo y la cabeza de la víctima, tras lo cual se montó rápidamente en el vehículo y abandonaron el lugar del crimen.
Los autores prepararon minuciosamente el asesinato, escogieron una ubicación para atraer a la víctima con la excusa de un trabajo profesional, en un lugar desconocido por Yamiled de manera que no tuviera defensa posible. Eligieron el momento en el que ella cargaba numerosos bultos relativos a su trabajo que reducían enormemente su movilidad, todo ello con el fin de tener las máximas garantías posibles en la ejecución. Así mismo, el lugar escogido era una zona en fase de construcción en la que la afluencia de personas de normal y más a esas horas era prácticamente nula, evitando que hubiera testigos o personas que pudieran tratar de impedir la realización de los actos. La zona de la ejecución ofrecía además a los autores del crimen, unas posibilidades de escape múltiples, el tráfico de vehículos a esas horas era mínimo y las vías de comunicación en vehículo permitían regresar a Pamplona, o bien acceder a vías rápidas para dirigirse a cualquier provincia limítrofe de Navarra o incluso a Francia, impidiendo por ello cualquier respuesta de acordonamiento policial.
Operación Némesis
Yamiled Giraldo fue muy valiente y escapó de la cárcel de luces de colores dejando atrás la explotación humana y el cautiverio.
Años más tarde formó una familia al lado de un hombre bueno que la amaba y con el que tuvo dos niñas. La felicidad de ese hogar, y especialmente de Yamiled, se completó cuando llegaron sus dos hijos de Colombia. Al fin había podido reagrupar a su familia, tener un hogar con sus cuatro hijos en un lugar donde todos tuvieran una oportunidad…
Mujer valiente y emprendedora montó su propio negocio de esteticien que le iba muy bien debido en parte a su carácter afable y alegre, porque Yamiled Giraldo, además de una magnífica profesional de la peluquería y la estética, era una mujer encantadora muy apreciada por sus vecinos navarros.
La única nube que ocultaba el sol de ese hogar feliz en Ituren era la duda de si denunciar o no a el mafioso que en su día captó a Yamiled, la violó y la explotó como una esclava sexual. El marido de Yamiled animaba una y otra vez a la mujer a hacerlo, a denunciar a ese demonio para que no repitiera lo mismo con otras víctimas, pero Yamiled tenía miedo. En su Colombia natal, la vida valía muy poco, y ella era tan feliz ahora por fin…
– “Esto es España”, le decía una y otra vez su esposo. “Aquí esas cosas no pasan”, añadía con mucho cariño.
En 2001 Yamiled se decidió a denunciar al monstruo que la engañó, violó, secuestró y vendió como carne, consiguiendo el estatus de testigo protegida. El individuo, que regía un prostíbulo en Irún, fue acusado y sentenciado a 18 años de prisión por un delito de agresión sexual y aborto contra una serie de mujeres prostituidas. El demonio con carnet de identidad de ser humano tenía amenazada la vida de todas las personas que atestiguaron en su contra en dicho proceso penal. Como consecuencia de estas amenazas, la madre de una de las testigos protegidas fue asesinada en Colombia, otra de las testigos protegidas no llegó a comparecer al juicio (2004) por las amenazas recibidas, y el hermano de otra de ellas fue secuestrado en vísperas de la vista judicial…
Hizo falta una ardua investigación de varios cuerpos policiales para llevar a cabo la investigación que relacionó ambos casos, que fueron a su vez instruidos por el mismo juzgado y la misma jueza que instruyó el asesinato de Yamiled y la tentativa de asesinato de su hijo Christofer. Con todos estos antecedentes, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado vieron desde un primer momento que la motivación del asesinato de Yamiled era una venganza por haberle denunciado, de ahí el nombre con el que fue bautizada la investigación policial que recopiló todos los hechos que derivaron en el asesinato de Yamiled: “Operación Némesis”.
A la memoria de Yamiled Giraldo.
A la memoria de Fernando Marías.