Por Gerardo Pérez Sánchez
Que los tres negocios más rentables a nivel internacional (el tráfico de armas, la prostitución y las drogas) sean ilegales o clandestinos dice mucho (y malo) de una parte de la Humanidad. Ante esta realidad tan dantesca, lo más cómodo es pensar que los ciudadanos particulares poco o nada podemos hacer para mejorar la situación. Sin embargo, algunos de ellos huyen de la resignación y plantan cara a esta gravísima problemática social, denunciando, concienciando y luchando por cambiar este mundo, construyendo otro mejor. Una de estas personas idealistas es la antaño presentadora de televisión Mabel Lozano, que ha venido desarrollando en los últimos años una sólida carrera como documentalista especializada en el ámbito de los Derechos Humanos.
Desde que escribió y dirigió su primer título Voces contra la trata de mujeres -acerca de la esclavitud asociada a la explotación sexual de niñas y mujeres en pleno siglo XXI-, ha seguido rodando nuevos trabajos con una clara y permanente finalidad divulgativa y educativa. Dicha labor se ha visto reconocida con importantes galardones, como el de Avanzadoras de Oxfam Intermon, el Premio del Festival de Cine de Málaga de 2009 o la Cruz al Mérito de la Policía Nacional. De hecho, Voces contra la trata de mujeres viene siendo utilizado en la formación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y en la Fiscalía.
Ahora presenta su nuevo documental Chicas Nuevas 24 Horas donde insiste en el terrible fenómeno de la trata de niñas y mujeres. Esta semana tendrá lugar su estreno en España, para acudir posteriormente al Festival de Río de Janeiro e iniciar un periplo por las salas de proyección de toda Iberoamérica. Se trata de un testimonio cinematográfico de indudable relevancia. Es tal la magnitud del drama que la Cámara de Diputados del Parlamento de Paraguay lo ha declarado de interés nacional, por lo que se proyectará en los colegios de dicho país. Asimismo, ha resultado preseleccionado para optar a los Premios Fénix 2015. En la elaboración de su trascendental mensaje han colaborado diversas entidades, que van desde la Abogacía Española hasta la Oficina de la ONU para la Igualdad de Género y Empoderamiento de las Mujeres.
Durante poco más de sesenta minutos, Lozano muestra -a veces con ironía, a veces con crudeza- la rentabilidad del negocio de un sexo basado en la vulneración de los derechos de la mujer y en el pisoteo de su dignidad. No se trata de una crónica moralista ni al servicio de proclamas religiosas. Tan sólo plantea con honestidad una sangrante problemática a la que nadie parece querer enfrentarse ni atajar con contundencia, anclada permanentemente en una interesada ambigüedad jurídica y en unos laberintos éticos artificiales que conducen a un limbo en el que las víctimas yacen desamparadas.
A través de demoledores testimonios personales, tanto de las propias explotadas como de miembros de asociaciones, policías, fiscales, periodistas y ONG, la cineasta aborda este espinoso tema de un modo realista y sincero, lejos de la sorna y de la falta de rigor con los que suele ser expuesto habitualmente. No ofrece ni un mero plano que pueda calificarse de lascivo. Tampoco recurre al desnudo de los cuerpos. Por el contrario, se centra en otros desnudos más flagrantes, los de los derechos de unas niñas, adolescentes y jóvenes que mueven a compasión y que provocan la indignación ante el rostro más sórdido y macabro de la naturaleza humana.
Confío en que, siguiendo el ejemplo paraguayo, Chicas Nuevas 24 Horas se exhiba en los centros educativos de otros países y sea un instrumento de educación y mentalización para erradicar una tragedia que nos denigra como especie. Quiero manifestar a Mabel Lozano mi más profundo reconocimiento por su valentía a la hora de filmar este documental y por su enorme esfuerzo en pos de despertar conciencias. Perfiles como el suyo mejoran este planeta en el que nos ha tocado vivir.